El arzobispo católico de San Salvador, José Luis Escobar Alas, cuestionó ayer lo que muchos nos llevamos preguntando meses. ¿Y qué pasaría si la administración de Donald Trump decide cancelarle el Estatus de Protección Temporal (TPS) a casi 200 mil salvadoreños?
“Tiene que haber un plan B, estamos urgidos con el tiempo a prever que no se les va a dar más el TPS a nuestros connacionales, es el sentir, es lo que tristemente se espera”, advirtió ayer Escobar en conferencia de prensa.
Esperemos que no haya necesidad de un plan B. Pero ¿lo tenemos? ¿Qué alternativas se les pueden dar a esos connacionales y a sus hijos que han nacido en Estados Unidos o solo conocen aquel país porque se fueron siendo unos niños?
La respuesta es que tenemos muy poco que ofrecerles. El país tiene una situación económica nada alentadora y la inseguridad es para asustar a cualquiera.
Pero siendo realistas. La inmensa mayoría de esos salvadoreños han mejorado notablemente sus vidas en Estados Unidos, han trabajado honradamente, tienen habilidades especiales que se pueden aprovechar, muchos de ellos incluso son profesionales o pequeños empresarios que buscarían instalarse en el país. Habría que pensar en algún tipo de beneficio, si no, los veremos gastando sus ahorros y buscando cómo migrar a un tercer país y habremos perdido su talento y sus habilidades.
Ya hay muchos salvadoreños deportados que no han podido reinsertarse en la realidad salvadoreña en gran medida porque su retorno ha sido estigmatizado por la minoría que ha sido devuelta por delinquir. Pero el país necesita otra mentalidad, otra visión hacia estos compatriotas que podrían volver en circunstancias inesperadas.