El jueves fue un día de locos en el tráfico de San Salvador. Literalmente, pasé más de cuatro horas en el tráfico, sufriendo esa agresividad y estrés que uno encuentra entre los conductores en las calles, un reflejo de que la actitud de violencia ha calado profundamente en la sociedad.
El control del tráfico del área metropolitana deja mucho qué desear. Desde el Bulevar del Ejército hasta Santa Tecla, el caos en horas pico no tiene nombre y el costo de horas-hombre es elevadísimo, además del consumo de combustible y el desgaste personal. El caso de la Jerusalén y el redondel Masferrer es capítulo aparte.
La vida se va en el tráfico de la manera más improductiva.
Se viola todo el reglamento de tránsito y no hay presencia policial o gestor de tráfico que ayude. Lo del corredor del Sitramss es gravísimo y nadie ayuda, por el contrario, es cada vez más frustrante ver carros hasta de la Corte de Cuentas en el carril privilegiado. Abuso total.
Pero lo peor es la agresividad y la falta de consideración de la gente. Quizás el ejemplo más crudo sea el de ese tipo que amenazó con una pistola a una familia, en pleno centro de Antiguo Cuscatlán -que resultó ser un coronel retirado- pero en realidad, la violencia con que se lanzan desde los buseros hasta los motociclistas es horrible. Realmente hay momentos en que uno cree que será arrollado por un autobús que acelera y se acerca amenazante.
¿Hay un plan para aliviar los congestionamientos vehiculares? Supongo que no porque no se nota. Pero entonces debe ser una prioridad para las autoridades imponerlo. En las horas pico debe haber gestores de tránsito en todas las intersecciones importantes y la PNC debe poner el cambio de turno en otro momento del día, porque casualmente coincide con la hora pico del tráfico en la mañana. Eso puede ayudarnos a quitarnos este estrés horrible del tráfico.