La ejecución de un agente y su hijo, así como el ataque en el Parlacen, muestran que las pandillas han entrado en una guerra frontal contra el Estado de El Salvador y las autoridades deben responder con fuerza y coraje ante este desafío.
Lo que sucedió en Soyapango, a plena luz del día, fue una ejecución pública contra el agente de la PNC, Elenilson Antonio Aguilar Velis, de 45 años y su hijo de 17 años.
Aguilar estaba de licencia en su casa y fue sacado por pandilleros, para ser asesinado a unos 500 metros de su vivienda, con toda saña e impunidad.
El ataque contra los agentes que custodiaban la subsede del Parlamento Centroamericano, fue igualmente cometido a plena luz del día, en una zona de alta circulación de personas y vehículos y a tan solo tres cuadras de la Asamblea Legislativa y de la Corte Suprema de Justicia. El desafío no puede ser más claro.
La población salvadoreña necesita protección y seguridad y es obligación del Estado, del Ejecutivo principalmente, dar esa seguridad. Los agentes del Estado no pueden vacilar ni un segundo en aplicar la ley y enfrentar la delincuencia con firmeza, con valentía y con decisión. Y ante eso, la sociedad salvadoreña entera debe unirse y respaldar todos los esfuerzos para acabar con este flagelo.