Desde que el FMLN llegó al poder en 2009, el tono de confrontación de sus gobernantes, funcionarios y dirigentes del partido oficial no ha sido el más afortunado. A menudo se enfocan en atacar a las gremiales empresariales, a reconocidas empresas nacionales o a inversionistas extranjeros. Se usan discursos altisonantes con acusaciones vagas, pero que buscan elevar el tono de esa concepción retrógrada marxista de la lucha de clases.
En los últimos meses, las compañías telefónicas han sido el foco de esos ataques. Se les culpa desde los problemas de seguridad en los penales, por el ingreso ilícito de teléfonos y hasta tablets debido a la corrupción de los custodios. Y la última semana hasta se sugirió que evadían impuestos ocultando el flujo real de llamadas, algo técnicamente imposible pues estas empresas están bajo el estricto control de la Superintendencia de Electricidad y Telecomunicaciones (SIGET).
Es precisamente esta confrontación la que nos mantiene a la zaga en la captación de inversiones extranjeros y del crecimiento económico en el continente. Ese discurso de confrontación es el principal obstáculo para la confianza y certidumbre que requiere el clima de negocios en un país y es precisamente lo que impide nuevas inversiones tecnológicas urgentes para el país.