El informe policial divulgado el lunes sobre los decomisos de fusiles de guerra es realmente alarmante y peligroso. Durante 2016, se decomisaron 467, un incremento del 116 % con relación a 2015, un signo grave sobre el tráfico de armas y el poder de fuego de los delincuentes.
Aunque la PNC asegura que estas armas provienen del mercado negro y de remanentes del conflicto armado, es sumamente alarmante para la población y para la seguridad del Estado que fusiles tipo Ak-47 y M16 estén en manos de pandilleros, al grado de tener 650 enfrentamientos armados en el 2016.
Las pandillas hace rato que migraron hacia el crimen organizado y el hecho que tres mil de esos delincuentes hayan sido arrestados el año pasado por traficar drogas, explica el pleito por territorios y el poder económico que han venido desarrollando.
Las autoridades deben ser mucho más rigurosas con las armas ilegales, especialmente con fusiles de guerra que han sido robados de instalaciones militares y castigar con toda la fuerza de la ley a los responsables de ese tráfico.
El Salvador ya tiene demasiados problemas de seguridad como para tolerar armas de grueso calibre en manos de estas bandas que tanto daño hacen a la población y que son los autores de una inmensa mayoría de los homicidios.