Sin arrepentimiento y sin misericordia, la banda estadounidense de thrash metal, Slayer, convirtió a las cientos de almas que se dieron cita en el anfiteatro del Centro Internacional de Ferias y Convenciones (Cifco) para desatar su lado más obscuro, llevándolos al “sur del cielo” con una poderosa descarga de uno de los géneros musicales más violentos.
Fue una noche histórica la del viernes 28 de abril para la comunidad metalera salvadoreña y centroamericana, que había esperado cuatro décadas para saciar sus gustos más exigentes con una banda del calibre del Slayer, y lo pudo lograr gracias a la gira “Repentless” en la que continuarán convirtiendo almas a lo ancho del mundo.
De hecho, fue esa la rola que le da el nombre a su “tour” y al disco más nuevo de la banda con la que dio inicio una hora y 20 minutos intensos, en los que las canas y las arrugas del vocalista, Tom Araya, de 55 años, no se notaron por el derroche de energía.
Fue una tremenda producción por parte de Two Shows Producciones, los encargados de hacer otro sueño realidad a los salvadoreños con la visita histórica de Iron Maiden hace un año.
Tanto que muchos no solo salieron satisfechos con el repertorio completo que incluyó los mejores éxitos de la banda, sino también con la calidad del sonido que hizo que cada canción se sintiera como una ráfaga de disparos directos al corazón. “Quedé hasta sordo, se escuchaba increíble hasta las gradas (sector general)”, dijo uno de los fanáticos de Slayer tras el concierto.
En punto a las 8:40 de la noche, había sido la banda nacional Dream-lore la encargada de prender los ánimos con un “wall of death”.
Cuando Slayer salió a las 9:38 p.m., los fanáticos no tuvieron tiempo ni de parpadear tras un intensa descarga que incluyó: “The Antichrist”, “Disciple”, “Postmortem”, “War Ensemble”, “Seasons in the Abyss”, “Raining Blood” y “Angel of Death”, esta última con la que murió el concierto para quedar en el alma de los salvadoreños.
