Los ecuatorianos acabaron el domingo con una serie de leyes autoritarias heredadas del gobierno de Rafael Correa y con ello, cerraron la puerta al retorno de este caudillo autoritario populista que ahora es cuestionado por corrupción.
Correa, con un parlamento y un órgano judicial absolutamente obedientes a sus intereses, aprobó la reelección indefinida y pretendía volver al poder en 2021. Pero el pueblo ecuatoriano decidió que la alternabilidad en el poder es lo más adecuado para una sociedad y votó mayoritariamente contra la reelección indefinida.
La etapa de los populismos en Latinoamérica, marcada por caudillos autoritarios, por el despilfarro y por la corrupción, está llegando a su fin. Venezuela se cae a pedazos en medio del desastre económico y una dictadura militar de Maduro sostenida en fraudes electorales. Lula ha sido condenado por corrupción y Cristina Fernández de Kirchner va por ese camino.
Solo quedan Evo Morales y Daniel Ortega, que han corrompido la institucionalidad de sus países y pisoteado sus constituciones sin una oposición coherente.
Ecuador está recuperando el camino a la democracia y a la institucionalidad, acabando con ese discurso belicoso y temperamental de Correa que promovió el odio de clases, la persecución a los medios de comunicación y la ruptura y polarización de la sociedad.