El presidente Salvador Sánchez Cerén cumple mañana tres años en el cargo e inicia la última parte de su gobierno con enormes desafíos en temas fiscales, económicos y de seguridad.
Han sido años complicados, con muchos errores y un permanente enfrentamiento político que ha impedido el logro de acuerdos fundamentales para El Salvador. Pero lejos de llorar por la leche derramada, el presidente Sánchez Cerén y su Gobierno deberían ver los próximos dos años como una oportunidad para buscar consensos y dejar un legado de acuerdos mínimos que permitan no solo resolver los graves problemas nacionales, sino también desinflar la burbuja de la polarización que tanto daño nos hace en todos los niveles de la sociedad.
Los funcionarios de Gobierno no pueden seguir con un discurso de campaña o un beligerante discurso partidario, deben pensar en su responsabilidad de país y en resolver situaciones como el problema fiscal, la escasez de inversiones que generen empleos o la falta de medicamentos en los hospitales. Resolver esos problemas va a traerle mayores réditos electorales que la confrontación y echar culpas a otros. Eso no resuelve nada.
Si hay voluntad de buscar consensos, hay que pasar de los discursos a los hechos. Buscar acuerdos y lograrlos, le hará un gran beneficio al país.